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ACTIVIDAD

 

 

Aplicar los niveles de lectura al texto “El pez sabio”

EL PEZ SABIO

 

Un pez muy juicioso, que conocía las muchas trampas que se tienden a los seres que habitan en el agua, tenía una gran aspiración: vivir una existencia tranquila y librarse de la tristeza de morir en forma violenta.

 

El pez construyó  en el arenal del río una casita de piedrecilla y de lodo, y se refugió en ella.   Salía sólo de noche, para evitar el encuentro con los grandes peces hambrientos y durante el día se quedaba en su habitación oscura y angosta.

 

Comía muy poco, porque sus viajes nocturnos le preocupaban y la comida era muy escasa.   Para él no existía la alegría de la luz, de la compañía, de las aventuras...

 

Nunca se enamoró ni creó una familia.

 

Los años pasaron, muchos, muchos años.

 

El pez envejeció.  Un día se sintió muy cerca de la muerte, deseó intensamente ver el sol.  Salió de su casa triste, de su casa oscura y fría.  Y sintió con alivio la caricia tibia del agua y se acomodó en una luminosa red de rayos.

 

- ¡Oh, abuelito! – le dijo un pececito muy vivo, pasando por su lado - .  No me hagas daño.  La vida es bella y me dolería mucho perderla.

 

El pez viejo, el pez sabio, habló al pequeño imprudente:

 

-¿Por qué, tú que me amas tanto la vida, no te construyes un refugio seguro?  Tú paseas, te diviertes.  ¿No sabes que sobre ti pasea un peligro mortal?  Mi larguísima existencia ha transcurrido en una casucha de fango.  Para estar a salvo salgo sólo en las noches.  De noche la comida es escasa; para poder encontrar un bocadito hay que nadar mucho, pero a cambio evito encuentros peligrosos, porque los peces gordos duermen.

 

-¿Así, pues, me aconsejas que renuncie al sol, a las comidas sabrosas y a las aventuras?

 

- Sí, es lo cierto.  Renuncia a la familia, a las amistades, a la luz.

Solo así podrás vivir muchos años.

 

-¡Oh, mi triste amigo! Tus ideas no me convencen.   La vida que tú me aconsejas no la quiero.  No, no; yo prefiero la luz, la amistad, la familia, la comida abundante.  Qué importa que corra riesgos.

 

El pez viejo comprendió que el pez joven tenía la razón, comprendió que su vida había sido inútil, y supo  que se puede vivir mucho en un  solo día, y se puede vivir muy poco en muchos años.                                        

                                      Anónimo

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