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LA CASITA DEL ARMADILLO

 

Al ver desde su ventana que el armadillo estaba construyendo una casita muy simple al lado de su palacio, la zorra dijo con tono muy arrogante:

 

- No quiero casuchas de pobre cerca de mi palacio, que es digno de un rey, señor Armadillo.  Vaya saliendo de ahí.

 

- Lo siento mucho señora Zorra, pero yo compré este terreno.  Y fue usted misma quien me lo vendió, aun sabiendo que yo era pobre.  Mire mi certificado de compra.  Pagué este terreno con mucho sacrificio.  Trabajé y trabajé, y usted lo sabe muy bien.

 

- No lo sé ni  quiero saberlo.  Y le prohíbo que siga construyendo.

 

- Ya basta, señora Zorra, deje de ser malvada.  Esta es mi propiedad y aquí voy a vivir.  Usted no tiene cómo impedírmelo.

 

  • ¿Ah, no? Pues vamos a ver.  Voy a hablar con el rey León.  El sabrá qué hacer con su casucha, señor Armadillo—dijo la zorra, furiosa, y cerró la ventana muy duro.

El armadillo,  muy triste, siguió trabajando.  Y mientras tanto, la señora Zorra, con la cabeza muy en alto, se fue hacia la casa del león, que quedaba bien lejos, en medio del bosque.

 

El león escuchó la queja de la señora Zorra, se puso su corona en la cabeza y le dijo pausadamente:

 

- Hummm... ¿entonces usted está viviendo en un palacio digno de un rey? Bien, bien... me gustaría conocer su palacio, señora Zorra.

 

Y el león se fue hasta allá, visitó todas sus habitaciones y por fin le dijo:

 

- Señora Zorra, usted tiene toda la razón.  Este palacio realmente es digno de un rey.  Y el rey soy yo.  Así que... fuera de aquí, que aquí voy a vivir yo.

 

La Zorra tuvo que dejar el palacio y se fue con el rabo entre las piernas.

 

¿Sabes qué pasó con la señora Zorra?

Sin tener donde dormir aquella noche lluviosa, ¡Fue a golpear a la puerta de la casucha del armadillo!

 

- ¿Tiene un espacio para mí, señor Armadillo? --

le preguntó avergonzada—

Es solo hasta mañana.

 

- Claro, como no, señora Zorra. En casa del pobre siempre hay lugar para uno más.  Siga.

 

Después de algún tiempo, el armadillo estaba paseando por el campo cuando de pronto vio una pequeña casa muy parecida a la suya.

 

¿Sabes quién apareció en la puerta de la casita?

¡La señora Zorra!

 

- Buenos días, señor Armadillo.  ¿Quiere seguir? Mi casita siempre está abierta para los amigos – le dijo.

El armadillo sonrió.

 

“Hummm... ¡la señora Zorra ha cambiado mucho!”, pensó.

                                                                                                    Elza Sallut

 

 

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